Nadie lo ha podido explicar con certeza, no hay justificación alguna con sustento científico creíble, que a la fecha pueda justificar el fenómeno, lo cierto es que el Viernes Santo, cada vez que en Iztapalapa se lleva a cabo la representación de la crucifixión del Hijo del Hombre, Jesús de Nazaret, justamente a las tres de la tarde, hora en que El Salvador fallece, el cielo se oscurece, y se escuchan relámpagos como si fuera a llover, aunque haya un inclemente sol y la de hoy no fue la excepción.

De este singular fenómeno son testigos año con año más de dos millones de personas que acuden al Cerro de la Estrella a presenciar el acto de crucifixión, y así ha ocurrido invariablemente a lo largo de 180 años en una de las alcaldías más pobladas del mundo.

Desde la humilde opinión de quien esto escribe son claras señales que el mundo no ha querido entender que Jesús Cristo es un hombre vivo, que vino del Cielo para que con el poder de su inmenso amor esta humanidad pueda estar en equilibrio con el universo.

La evidencia extraterrestre que se ha mostrado al mundo en las últimas semanas es señal inequívoca de que el final de los tiempos como los conocemos hasta hoy está cerca, civilizaciones alienígenas mucho más evolucionadas que la nuestra nos advierten que no juguemos más a ser dioses de nuestra propia soberbia con el peligro nuclear que terminará por llevarnos a la destrucción si el mundo no renuncia a su carrera armamentista.

Esta es la razón de que el cielo se oscurezca cada Viernes Santo y es que hasta la representación misma de la pasión y muerte del Hijo del Hombre que año con año se efectúa en Iztapalapa tuvo su origen en la petición de un milagro.

Resulta que según la enciclopedia Wikipedia, la representación de la pasión y muerte de El Salvador surgió en 1833 cuando una epidemia de cólera azotó al pueblo de Iztapalapa, que en ese entonces lo separaban de la capital 14 kilómetros de sembradíos, enfermedad que había diezmado ya a la mitad de su población, y en un afán de supervivencia le pidieron a Dios que si la enfermedad se alejaba honrarían la memoria del Hijo del Hombre, representando su pasión y muerte, lo cual  se ha cumplido fielmente hasta la fecha.