El payaso es el alma de la compañía y también un acróbata
Este miércoles 16 en el mes del Cervantino, se presentó en Pastitos el circo de la familia Jiménez una experiencia circense que, convencional en su esencia al deleitar y hacer reír, poco tiene que ver con el circo que la mayoría de las personas conoce. Es un circo sin carpas, sin hombres bala, leones ni elefantes. Sólo la voz de un payaso que canta versos por pueblos lejanos, y niños acróbatas que nunca miran al suelo porque debajo sólo hay piedra y arena.
El payaso es el alma de la compañía y también un acróbata, como el resto de sus integrantes. Su papel es fundamental en esta tradición circense, lo que les ha valido el sobrenombre de “poetas campesinos”. Estos artistas recitan versos jocosos, satíricos o enamorados, fieles a la máscara carnavalesca de la risa y el llanto. Sus actuaciones están acompañadas por una banda de música popular, o por los violines y guitarras de sus propios músicos. El payaso lleva el rostro pintado de blanco, sombrero cónico y un huácaro (traje de payaso), originalmente rojo con lunares blancos.
Hombres, mujeres y niños que heredan el arte de caminar por las alturas nos muestran el maravilloso circo indígena y campesino que se ha mantenido vivo gracias a la transmisión de esta tradición de generación en generación desde la época colonial.
Esta transmisión del Festival Internacional Cervantino llega a ti gracias a TV4 Secretaría de Cultura