Según la farmacéutica Glaxo Smith Kline (GSK), en México, 8.5 millones de personas viven con asma, una enfermedad respiratoria crónica que se caracteriza por problemas respiratorios recurrentes, como crisis o ataques de tos, dificultad para respirar y silbidos en el pecho y Aunque el asma es un padecimiento controlable, actualmente muchas de las personas que viven con asma no tienen un correcto manejo de la enfermedad, lo que afecta su calidad de vida al presentar ausentismo laboral y escolar, problemas para descansar por las noches, constantes visitas al médico y a los servicios de urgencias, así como las limitaciones para realizar sus actividades diarias.
Estas consecuencias y el empeoramiento de la calidad de vida conducen a los principales detonantes de la crisis asmática, que son la ansiedad y la depresión.
De acuerdo al estudio publicado en la Revista Alergia México, titulado “Influencia de la ansiedad y depresión sobre el control del asma en pacientes ecuatorianos”, hasta un 36% de las personas que viven con asma tienen un mayor riesgo de padecer un trastorno de salud mental, especialmente quienes tienen asma no controlada.
“Para muchas personas el tener asma puede afectar su estado de ánimo, principalmente cuando presentan exacerbaciones como un empeoramiento en la función pulmonar, lo que ocasiona que las personas vivan en estados de hiper alerta al exponerse a algún factor de riesgo que pueda detonar una crisis, dando como resultado condiciones como la ansiedad y la depresión”, declaró el Dr. Marco Polo Macías, Gerente Médico del Área de Respiratorio de GSK. Cuando el asma no se encuentra controlado, los ataques o alguna obstrucción pulmonar pueden suceder en cualquier momento, provocando que las personas que viven con este padecimiento y sus cuidadores se encuentren en una constante sensación de alerta.
“La ansiedad es una reacción de adaptación ante una situación de tensión, peligro o amenaza, por lo que las personas con asma, especialmente cuando están expuestas a factores de riesgo, pueden llegar a sentirla constantemente. De la misma manera, las limitaciones para realizar ciertas actividades pueden llevar a una depresión, especialmente en personas con asma grave”, explicó el Dr. Macías. La ansiedad y la depresión también se han asociado con una exacerbación de síntomas del asma como disnea, opresión torácica, taquicardia o sudoración, lo cual inicia un círculo vicioso y lleva a quienes la padecen a registrar una mayor cantidad de visitas médicas y hospitalizaciones que quienes no presentan estos trastornos.
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