El Presidente Andrés Manuel López Obrador no se ha querido dar cuenta de que su sexenio agoniza y que cada vez son menos meses los que le quedan como huésped del Palacio Nacional y sabe que su paquete de 20 reformas del fin de su mandato, podría irse a la basura si salieran a votar los 46 millones de mexicanos a los que siempre ha odiado, los que si leen y se oponen a sus ocurrencias, la llamada clase media.

Su abanderada Claudia Sheimbaum Pardo, que no es la de la mayoría de los mexicanos se ha visto que solo gana en sus encuestas, porque la realidad es muy distinta y esto el mandatario de origen tabasqueño, lo sabe muy bien.

Le preocupa y le ocupa porque sin su liderazgo MORENA solo sería un partido del montón y eso es lo que teme, que a la mera hora los números se le reviertan y se tenga que enfrentar al odiado Poder Judicial de la Federación, el más férreo defensor de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos cuando el 1 de diciembre de este 2024 salga de la puerta de honor del Palacio Nacional como un ciudadano más.

Su capacidad de maniobra se reduce cada vez más en parte por el incremento de las presiones externas, principalmente de los Estados Unidos que amenaza con cerrar la frontera con México y expulsar hacia nuestro territorio a todos sus indeseables, es decir a todos los migrantes que no tienen estudios universitarios, muchos de los cuales no son blancas palomas en sus países de origen.

LOS POSIBLES ESCENARIOS

Escenario 1

Si fuera Claudia Sheimbaum la favorecida en las urnas, en el Congreso no tendría carro completa y aunque lo deseara no podría culminar constitucionalmente la obra de su antecesor, por el contrario, se vería obligada a negociar con una oposición más fortalecida y menos sumisa.

Escenario 2

Si como ya lo dije anteriormente los 46 millones de mexicanos que integran la clase media salieran a votar el 2 de junio, al obradorismo no le alcanzarían los treinta millones de votos que dicen tener asegurados y la triunfadora de los comicios sería la panista Xóchitl Gálvez. Entonces MORENA se lanzaría contra el INE y alegaría fraude electoral; el crimen organizado causaría una revuelta, y el Presidente de la Republica podría declarar que no hay condiciones para una transición pacífica, disolvería el Congreso y la Suprema Corte y se mantendría en el poder por tiempo indefinido.

Esperemos que eso no suceda que el mandatario tabasqueño no caiga en esta posible tentación, culmine su mandato y llegado el momento, transfiera el poder a quien haya ganado en forma legítima las elecciones.