Por Naix’ieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC
Las plataformas digitales, popularmente conocidas como redes sociales, han cambiado nuestra interacción con las personas. Hacen posible estar en comunicación con gente de países lejanos, compartir contenidos y opiniones.
Nadie duda que las redes sociales tienen numerosos beneficios. Se piensa que son espacios libres, plurales y diversos de los que todos podemos formar parte y que además, son gratuitos. Sin embargo, desde una mirada crítica, las redes sociales también tienen costos y riesgos tanto para los individuos como para la sociedad.
La doctora Jenny Teresita Guerra es investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información de la UNAM. Lleva a cabo su trabajo en el área de Servicios y Recursos de Información y su especialidad es la industria editorial y de contenidos digitales.
Gran parte de lo que se consume hoy en día en la web son contenidos digitales vía redes sociales. La especialista señala que, desde el punto de vista de las ciencias de la información, es importante promover una visión crítica de las redes sociales ya que estas plantean problemas que son de interés no solo para la investigación sino también para los usuarios.
La materialidad de los contenidos digitales
“El usuario por lo general no es consciente o parece olvidar que todos los contenidos digitales tienen una materialidad y que requieren de una infraestructura tecnológica”. Esto implica que la comunicación y la información digital tienen un costo ecológico. Los servidores repartidos alrededor del mundo que guardan la información digital requieren abundante energía para su funcionamiento y mantenimiento.
Otro problema que se presenta relacionado con la materialidad de los contenidos digitales, queda expuesto cuando se presenta un problema como el robo de identidad o mal uso de fotos o videos. Si un servidor está en un país que permite la violación de derechos o en el que es posible el almacenamiento de la información y la explotación de la misma, el ciudadano queda indefenso frente a esas infracciones.
Cómo funcionan
Las plataformas digitales trabajan en base a algoritmos, estos son conjuntos de normas de programación que hacen que una publicación o un contenido se muestre mucho o poco en una red social, estas pautas también determinan a quién y cuándo se les mostrarán.
En redes sociales los algoritmos tienden a encerrar a las personas en “burbujas de contenido” o “jardines vallados” en donde a cada persona se le muestra o se le pone a la mano solamente el contenido que le gusta o con el que es afín. Esto favorece que no confrontemos lo que pensamos ni nos enfrentemos a la diversidad de ideas.
La doctora Jenny Guerra señala que de nada sirve que haya una oferta infinita de información, mucho contenido educativo o valioso si las plataformas te muestran, sin que te esfuerces, un contenido repetitivo, que puede empobrecer el pensamiento y la capacidad crítica. Si antes eran objeto de preocupación los oligopolios de información, en televisión y otros medios, ahora los problemas del ciberespacio son más complejos.
Extractivismo y uso masivo de datos
Se ha observado, detalla la doctora Guerra, que las plataformas digitales muestran una gran falta de ética en cuanto al extractivismo y el uso masivo de datos. Al grado que hace algunas semanas, Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, hizo un llamado a la importancia de tener cuidado con el uso de inteligencia artificial tanto por parte de los gobiernos como por las empresas.
La mayoría de las personas piensan que el acceso a redes y a otros contenidos digitales es gratuito, pero la realidad es que el ciudadano lo paga con sus datos, cuando acepta las “cookies” o le da acceso a una red social a su cámara, contactos, ubicación, fotos y gustos. Las plataformas extraen estos datos, con el compromiso de “brindar una mejor experiencia”, pero la realidad es que los intercambian, compran y venden.
Mediante inteligencia artificial procesan estos datos y los usan para ofertar el mayor número de productos posibles o exponer a las personas a propaganda, como hizo la empresa Cambridge Analityca para la oficina de campaña de Donald Trump en las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Uno de los mayores escándalos que puso en la mira a las plataformas digitales.
Muchas aplicaciones recolectan nuestros datos biométricos como huella digital, rostro y otros sin que en realidad sean necesarios para operar. Por ejemplo, algunas plataformas producen y difunden “juegos” en los que te invitan a tomarte una foto para ver a qué famoso te pareces con la finalidad de recopilar fotografías y usarlas en sus desarrollos de inteligencia artificial o invitan a resolver test de personalidad para obtener datos sobre la conducta y diseñar perfiles que se usan en campañas de marketing.
La especialista concluye que las redes sociales se fueron mercantilizando a tal grado que lo que importa es monetizar y explotar al máximo el contenido y los datos personales de los usuarios de redes. El sesgo y la parcialización de la información se puede apreciar, por ejemplo, en que las plataformas ofrecen, a cambio de una cantidad de dinero, mostrarle contenido a cierto público.
La permanencia de los datos
Persiste la idea de que la información digital es más vulnerable y tiende a desaparecer, pero cuando surgen problemas se ha observado que no siempre es así. En el entorno de las redes sociales todo se archiva y siempre hay servidores espejo que guardan un rastro digital. Sin que los usuarios lo adviertan, se va conformando una radiografía con todo lo que la persona ha hecho: los lugares que ha visitado, las fotos que ha tomado, las personas con las que ha interactuado y lo que ha comprado.
Es muy difícil permanecer en el anonimato o querer permanecer ajeno a la digitalidad, porque va mucho más allá de las redes sociales e interactúa con otras esferas de nuestra vida. Simplemente, ya es altamente complicado no poseer una cuenta de correo electrónico o un teléfono inteligente. Sin embargo, sí es importante exigir mayor transparencia en el uso de nuestros datos.