Los antibióticos actúan como aliados del cuerpo, porque su función es acabar con las bacterias o detener su reproducción a fin de ayudar a las defensas naturales del organismo a eliminarlos, pero es importante que sepa usted que sucede cuando los usa sin receta médica.

Aunque los antibióticos comúnmente son indicados para tratar distintos tipos de infecciones bacterianas, la periodicidad de su uso debe estar estrictamente supervisada por un profesional de la salud a fin de asegurar su eficacia y evitar que el organismo genere resistencia a ellos, es por eso que cuando se trata de antibióticos lo primero que le pide el farmacéutico es la receta y su fecha de caducidad.

La resistencia de microbios y bacterias a los antibióticos, surge cuando las bacterias que se exponen a tratamientos antibióticos generan cambios de su estructura o de algunas de sus funciones con el objetivo de defenderse del efecto antimicrobiano, con lo cual los antibióticos pierden su efecto, lo que dificulta el tratamiento de infecciones futuras e incrementa el riesgo de propagación de las enfermedades.

Esto puede estar vinculado a factores como la automedicación, la falta de adherencia al tratamiento, como puede ser la suspensión de su uso antes del tiempo prescrito en la receta por el médico, o bien extender su uso, al suponer que esto servirá como refuerzo cuando realmente puede ser todo lo contrario.

A este respecto, la doctora Jessica Pérez, especialista en Infectología, comenta que existen distintas clases de antibióticos y cada una de ellas ataca enfermedades específicas, por ello cada prescripción está hecha a la medida del paciente, su historial clínico y el cuadro infeccioso que presenta en ese momento.

Una mala práctica de salud, que desafortunadamente es común entre la población, es la toma de fármacos que quedaron de una prescripción previa únicamente por el hecho de ser antibióticos, dejando de lado que estos pueden no funcionar e incluso afectar su salud”, destacó la especialista.

Por ejemplo, en la actualidad para atender infecciones complejas como las de vías respiratorias superiores, suelen elegirse antibióticos de alta eficacia y adecuado perfil de resistencia, tales como las cefalosporinas de 3ª generación intravenosas o vía oral; sin embargo, aunque su efectividad e impacto positivo esté clínicamente comprobado, su prescripción debe ser dada por un médico.