Debido a su efecto depresor del sistema nervioso central (SNC), el etanol debilita las funciones del cerebro, empezando por afectar el cerebro superior o racional, inhibiendo las funciones del lóbulo frontal y alterando algunas otras como el juicio y el lenguaje.

En una segunda etapa, conforme se incrementa el consumo de alcohol, el cerebro límbico se ve incapacitado para responder a estímulos, impactando al control, la orientación y las emociones. Por último, al continuar con el consumo, se inhiben las funciones más básicas, como el ritmo cardíaco, la respiración y la coordinación del músculo esquelético.

Dichas alteraciones pueden conducir a padecimientos delicados como resultado del consumo excesivo de alcohol; ejemplo de esto son las lagunas mentales, las cuales ocurren cuando una persona bebe una cantidad excesiva de alcohol, lo que bloquea temporalmente el paso de los recuerdos de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo.

Otras condiciones que se pueden presentar en el exceso del consumo de alcohol, es afectar áreas del cerebro que controlan las funciones vitales como la respiración, la frecuencia cardíaca y el control de la temperatura, éstas comienzan a inhibirse y en ocasiones puede llegar a derivar en un daño cerebral grave.

En los casos que se llega a presentar una adicción, este esencial órgano asocia una necesidad de consumir repetidamente. En estos casos el control de la persona en su ingesta de alcohol se pierde. FISAC recomienda siempre acudir con un especialista para determinar el estado de la enfermedad y poder ser tratado adecuadamente.

En este Día Mundial del Cerebro, nombrado por la Federación Mundial de Neurología para generar conciencia sobre su enorme potencial y los riesgos que se corren al no cuidar de él, la Fundación de Investigaciones Sociales (FISAC) busca promover la responsabilidad ante el consumo de alcohol para cuidar de este tan importante órgano.

En tal sentido, la Secretaría de Salud recomienda algunas consideraciones que pueden ayudar a muchas personas mediante un simple cambio de hábitos a recuperar parte de su riqueza cognitiva perdida.

La principal es comer en forma saludable e incorporar al menú diario, el consumo de frutas y verduras, así como evitar los excesos de azúcares, sales y grasas; consumir por lo menos dos litros de agua simple al día, evitar el consumo de refrescos, así como de ensaladas y embutidos.

También es conveniente ejercitar el cuerpo, por lo menos tres veces por semana, y dormir ocho horas al día, procurando dejar fuera de la habitación, teléfonos celulares, equipos portátiles de sonido y mantener apagado el televisor durante las horas de sueño.

Expertos en neurología, recomiendan fomentar el hábito de la lectura, evitar hasta donde sea posible los traumatismos craneales y evitar lo más posible el aislamiento.