Primera Entrega. Reportaje Especial

Eduardo Alfonso Pinkus Leal, es un empresario yucateco que a sus 92 años representa un claro ejemplo de lo que es un emprendedor de aquellos que luchan por México, por sus costumbres, por sus ideales y por su grandeza.

Luchador profesional en sus inicios, que rivalizara con personajes como Santo, El Enmascarado de Plata, Blue Demon y un español llamado Eduardo Bonada, quien fue el primer Huracán Ramírez, entre muchos otros, es un empresario de la seguridad privada en México y los Estados Unidos, y un activo promotor de la lucha libre profesional en su arena “Pinkusky”, llamada también “La Capillita” en Campeche, donde se forman luchadores y luchadoras que mañana serán figuras.

Don Eduardo narra la forma en la que incursionó en el mundo del pancracio y cómo fue que pudo crecer empresarialmente con el paso de los años.

Pinkusky, El Príncipe Millonario, como se le conoce en el ambiente de la Lucha Libre Profesional, es un hombre de dulce carácter, pero férreo en su trato cuando hay que serlo, quien amablemente narra algunos de los pasajes de su vida.

Dice que en lo deportivo además de luchador ha sido torero, ciclista, basquetbolista, futbolista de primera división amateur en Yucatán, y fisiculturista, donde en 1952 compitió en el Certamen Mister México, con la representación de su estado natal, pero lo que más le gustó fue la Lucha Libre, inspirado en un luchador argentino de ese entonces llamado Antonino Roca cuyos lances y calistenia había visto a través de la televisión, lo que lo impulsó a ser luchador profesional.

Se inició el año 1946 del pasado siglo, junto con dos de sus amigos El Chino Escalante y La Loca Bravo, de los cuales uno era su contrincante y el otro el referee; decían a sus padres que iban a la Universidad a estudiar, pero en realidad lo que hacían era entrenar en un gimnasio donde practicaban lo que ellos creían era Lucha Libre.

Al principio Don Eduardo luchó cubierto del rostro, cuando las máscaras eran de cuero, y sumamente rígidas, cosidas con gruesas costuras que al luchar lo sofocaban y le lastimaban, por lo que decidió despojarse de esa piel y luchar sin máscara como Pinkusky, El Príncipe Millonario.

TUVO QUE SALIR CORRIENDO DE UNA ARENA

Entre sus muchas anécdotas, don Eduardo cuenta que cierta vez junto con uno de sus compañeros fue a luchar a un poblado llamado Tixkokob, donde prácticamente tendrían que luchar a ras del suelo en medio del escenario, porque no había ring, y el día de su presentación el lugar se llenó de gente “pero la lucha estaba saliendo mala y le pegaban a este, le pegaban al otro, y al empresario le tocaba luchar en la estelar”.

Y entonces “que le digo a mi compañero que era mi contrincante, sabes, que, no vamos a luchar -que vamos a hacer si a eso venimos-, no vamos a luchar porque nos van a matar, lo que vamos a hacer es que me sacas de aquí del escenario yo salgo corriendo y tú me persigues, y entre el público me pegas, me regreso y te regresas; lo vamos a hacer dos veces ¡¡¡¡¡A la tercera vez sálte!!!!! Yo ya le había dicho a un camión de carga que nos llevaba, y que estaba estacionado como a una cuadra de ahí, párense aquí y se llevan toda la ropa, y a la tercera que me sacaron pega la carrera y hasta Mérida llegamos”.

Fin de la primera entrega. Continuará.